Los hombres
basura
-Por el bien
que me envuelve y por el de esta humanidad que está perdida, sin sentido, y
hacía un rumbo que de no orientarse a tiempo acabará siendo pasto de unas
llamas injustas, me veo en la obligación de tener que alertar, sobre la incipiente
decadencia en la que se verá sumida si no es capaz de oír, escuchar y llevar a
la práctica las costumbres que tenemos desde hace milenios. He comprobado de
primera mano la facilidad que tenemos de volvernos cómodos, sin
responsabilidades. Hay quienes han alzado la voz en mí contra, quienes no
quieren escuchar el soplido del viento, quien se queda sumergido en un mar de
pensamientos que les llevan a no ser ellos, rechazando los bienes que se les
ofrecen. Yo les puedo hacer volar, sentir, florecer y crecer sin roturas,
demoras ni pérdidas de tiempo.
El orador que da el discurso se detiene al
ver que uno de los asistentes a la charla levanta la mano. Le señala para darle
paso.
-Puede hablar.
El chico se queda pensativo, rompiendo el silencio
el orador.
-Este tipo de
cosas es la que no se pueden admitir. Necesitamos gente que se involucre, que
sepa ver más allá del horizonte, y que sea dueña de su vida.
El chico vuelve a levantar la mano.
-¿Y con todo
esto que haremos? – mira perplejo al orador.
-No has de
preocuparte. Esto es insignificante. Importáis cada uno de vosotros. Sois los
elegidos, los que levantaran el mundo, los que seguirán a sus predecesores.
El silencio vuelve. Nadie habla. Todos le
miran sentados encima de toneladas de basura, la única reliquia desde hace
siglos. No han conocido otra cosa, es el mayor valor del consumismo para ser un
hombre de provecho. Lo importante es incitar a consumir, a olvidar y comenzar,
a seguir sin razones que impidan, a ejecutar en impulsos, a seguir siendo
hombres basura.
No me he atrevido a ponerlo en inglés, pero quizás me lo pienso y lo cuelgo.
El
todopoderoso
Tres minutos
después de haber introducido el científico el gen en la piel del clon, le llevó
a sentirse eufórico por el éxito. Los gestos del clon similares a la de un niño
hizo retroceder al científico que lo observaba desde la cámara del laboratorio.
-¿Y esto es
todo? – dijo el todopoderoso.
- Tantos años
luchando por conseguir un estado digno, con personas capaces de trabajar sin
descanso. Diseñando cuerpos que resistan cualquier calamidad, y ahora quieres
deshacerse de mí porque consideras que no estoy a la altura de tus planes – dijo
el científico.
El
todopoderoso levantó la mano, abriéndose un portón del cual salieron dos
corpulentos guardianes que asieron al científico que no dejaba de gritar que
podía dar con la solución, que solo era cuestión de cambiar un gen por otro.
Que había que hacer pruebas, que nada estaba tirado por la borda. El
todopoderoso no le escuchó.
El silencio
dejó paso a la voz del todopoderoso.
-Tráiganme
otro – vociferó con ironía.
Al llegar lo
recibió con honores explicándole con detenimiento lo que quería. Una sociedad
capaz de responder ante su líder, sin importar el nivel de degeneración, ni la
oportunidad de poder decidir libremente.
-¡Lo quiero ya!
– exige el todopoderoso.
-Sabe señor –
le dice – Dios no permitiría cosas de este tipo. En mi mundo personas como
usted acabaron exterminándolo.
Sus palabras
enfurecieron al todopoderoso. El nuevo científico al ver su actitud metió la
mano en el bolsillo del pantalón y sacó dos dados.
-¿Jugamos? Si
saca el número exacto procedo – le dijo.
El
todopoderoso no dudo. Desde entonces están jugando a los dados, a la espera que
el número exacto le dé la solución de cómo seguir dominando en sus sueños a los
títeres.
Credibilidad
Ella se volvió
mirándole a los ojos esperando le dijera la verdad, tratar de convencerle sobre
su realidad y deseos.
Descolocado y
sin saber mirar hacia un horizonte claro, miró de nuevo a la chica. Estaba
acostumbrado a mentir desde bien pequeño, a no decir las cosas como eran, a
transformar las palabras en obras perfectas, a esconder parte de sus
intenciones, a disfrazarse, a no ser más que otra oveja descarriada. El mundo
le había hecho así, decía. Pero la chica esperaba una respuesta convincente. El
mundo necesitaba personas con convicción, líderes que llevaran a la masa hacía
un fin irreal. Era el candidato perfecto.
-¿Entonces? –
preguntó la chica.
Su corazón
latió a toda prisa, respiró profundo queriendo mostrarle calma, y acongojado
por la situación, intentó hacer frente como siempre había hecho.
-Nada. Eso,
que sí.
Ella movió la
cabeza dándole la negativa. No estaba dispuesta a escuchar algo que no le
sacaba de dudas.
Él procedió a
sacar de su bolsillo un espejo y se miró, como en el cuento de hadas,
preguntándose que debía decir. Lo hizo durante unos segundos, diciéndole
seguidamente que era maravillosa, que su vida había cambiado desde que la
conoció.
Ella sonrió
tirante, sabía que no le decía la verdad, pero estaba alegre de al menos
escuchar unas palabras que la elogiaran aunque fueran falsas.
-No te
preocupes, vas por buen camino. Tienes convicción y eso me gusta. Pero hemos de
mejorar otros aspectos, para que seas realmente creíble y tengamos el mundo en
las manos. Haré de ti una estrella. Dejémonos de sociedades perfectas, el mundo
necesita personas como tú, vacías pero interesantes.